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Javier Milei anunció en la Expo Rural una baja permanente de retenciones a la carne y a los granos que todavía tienen alícuotas de derechos de exportación.

El Presidente anunció que las retenciones, «el yunque más pesado», bajan de forma permanente para la carne, la soja, el maíz, el girasol y el sorgo.

Las alícuotas de retenciones para estos productos quedan de la siguiente manera:
Retenciones a la carne aviar y vacuna: del 6,75% al 5%.
Retenciones al maíz: del 12% al 9,5%.
Retenciones al sorgo: del 12% al 9,5%.
Retenciones al girasol: del 7 y 5% al 5,5% y 4%.
Retenciones a la soja: del 33% al 26%, y subproductos de soja del 31% al 24,5%.

Esto es una reducción del 20% en las alícuotas de los granos, y del 26% a la cadena de ganados y carnes. «Es de forma permanente», destacó Milei.

«Buscamos dar impulso al campo, el sector fuertemente castigado por estos impuestos en los últimos 20 años», destacó. También aclaró que para trigo y cebada la baja será permanente. «No tendrán vuelta atrás mientras que yo esté en el Gobierno», destacó el Presidente en La Rural

las palabras del presidente Javier Milei en La Rural 2025:

Buenos días a todos. Para comenzar, quiero agradecer a las autoridades de la Sociedad Rural y, en especial, a su presidente, Nicolás Pino, por invitarme una vez más a hablar aquí ante todos ustedes.
Es un orgullo para mí estar parado ante esta pista a la que, hace casi un siglo y medio, desfilan los mejores exponentes de nuestra actividad ganadera. Esta institución se volvió referente global y aquí vienen jurados, productores, cabañeros y líderes del sector de todos los países.

Tal es así, que nuestra genética es demandada como un bien preciado en todos los países ganaderos del mundo. Pero no solo nuestra genética es valorada en todo el mundo, sino también nuestra carne: nuestras exportaciones vacunas están aumentando sostenidamente y, en 2024, logramos volver a superar las 900.000 toneladas exportadas por primera vez en más de 100 años.
Me gustaría felicitar a todos los actores del sector por esta hazaña y también por seguir realizando esta exposición, que representa la esencia de la economía nacional y la acerca a la sociedad civil.

Hace exactamente un año me paré ante ustedes con la promesa de comenzar juntos un cambio profundo en nuestra sociedad. En aquel momento alerté que el camino no era fácil, sino que era el camino correcto, y queríamos avanzando a paso firme sin poner en juego la sustentabilidad del progreso. Porque todos —el campo más que nadie— hemos aprendido del pasado que los cambios hechos a las apuradas se borran fácil y, lejos de quedar grabados en piedra, desaparecen como huellas en la arena

En aquel entonces no nos alcanzaban las manos para enumerar los infinitos problemas que inquietaban al campo argentino. Veníamos de muchos años de cepo, múltiples tipos de cambio, inflación descontrolada con su imprevisibilidad económica, tasas ridículas para acceder al financiamiento, trabas burocráticas cada vez más delirantes, aranceles cada vez más asfixiantes para la importación de insumos y maquinaria y, por supuesto, las nefastas y siniestras retenciones.

Todas estas problemáticas no surgieron de casualidad ni por arte de magia, sino que fueron el resultado de un plan deliberado de la política y perpetuado por la casta a lo largo del tiempo. La pregunta es: ¿para qué? Para exprimir al sector más pujante del país, terminando por faenar la vaca lechera.

Para poner un par de ejemplos: de los 90 años que lleva de vida el Banco Central de la República Argentina, en 70 de ellos hubo cepo cambiario, entorpeciendo el comercio internacional y la posibilidad de ahorro de los argentinos. Y durante más de la mitad de los 20 años restantes, si bien el tipo de cambio estuvo unificado, estaba fijado por ley. Es decir, Argentina llevaba casi 100 años sin conocer la verdadera flotación cambiaria. Esto se hizo para tratar de contener la inflación que el propio Estado había generado al financiar, año tras año, un déficit fiscal gigante con emisión monetaria sin respaldo ni contrapartida de demanda de dinero. Así, empresarios y productores se veían obligados a aumentar constantemente los precios de sus bienes y servicios para mantener sus negocios en pie. Ese régimen inflacionario les venía como anillo al dedo a la casta política para instalar con facilidad su relato antiempresa, en el cual supuestamente los inescrupulosos empresarios especuladores se aprovechaban de las necesidades de la gente. En el caso específico del campo, utilizaban este relato miserable para fomentar el avasallamiento sobre la propiedad privada. Así se normalizó que quienes generaban más riqueza estén sometidos a regímenes tributarios imposibles. Pero también se llegó al extremo de proponer reformas agrarias, incitar a romper silo bolsas e incluso a defender el robo de ganado. Y todas estas injusticias las proclamaron en un bien: supuestamente, la siniestra justicia social.

Esta conducta obedece a lo que mi amigo, el escritor Axel Kaiser, denominó parásitos mentales, que podrían definirse como ideas malignas que se instalan en nuestro cerebro y que conducen a la pobreza, alimentándose de nuestras intenciones más nobles. Me parece pertinente detenerme en un parásito mental específico: el de los llamados derechos sociales. Este parásito mental, inherente a la izquierda en todo tiempo y lugar, busca generar expectativas infinitas en las personas, sosteniendo que donde hay una necesidad nace un derecho y que todos los derechos requieren intervención estatal y gasto público. Por ende, impuestos. El problema es que las necesidades son infinitas y los derechos alguien los tiene que pagar. Y los recursos son escasos, son finitos. O sea que, para poder cumplir con semejante disparate, habría que incluir la primera ley de la economía, que es la ley de la escasez. Por esa estupidez de que “con cada necesidad hay un derecho” nos llevó directamente a las puertas del abismo. Este mandato imposible de estar garantizando supuestos derechos infinitos para rectificar cualquier necesidad lleva continuamente a violar la restricción presupuestaria, la cual fue el principal problema que asedió a nuestro país durante siglos. Tapar el déficit con emisión nos llevó a sacarle 13 ceros a nuestra moneda y a destruir cinco signos monetarios. Taparlo con deuda nos llevó a ser el país con mayor cantidad de default en la historia. Taparlos con impuestos no solo nos llevó de ser uno de los países más prósperos del mundo, sino a ser un país que, cuando nosotros llegamos, tenía la inflación viajando a una velocidad del 1,5% diario —que es más del 17.000% anual—, teníamos 57% de pobres y 70% de nuestros jóvenes estaban pobres.

En definitiva, nada de esto fue accidental. Dado que, como dije, Thomas Sowell: la primera ley de la economía es la escasez, dado que no hay de todo para todos; mientras que la primera ley de la política es ignorar la primera ley de la economía.

Debe ser por eso que hubo que elegir, por primera vez en la historia, a un economista ortodoxo para que arregle este quilombo. No hace falta estudiar en profundidad la historia humana para saber a dónde llevan estas falacias cuando se aplican hasta sus últimas consecuencias. Tan solo miremos lo que ocurrió en la Unión Soviética y en otros lugares donde se implementó la colectivización forzada, condenando a decenas de millones de personas a la muerte por hambruna.

En total, terminaron asesinando a 150 millones de seres humanos. Nunca se olviden de eso: a los que conducen estos derechos sociales, como la justicia social y la igualdad de oportunidades, a la guillotina igualadora que termina conduciendo al totalitarismo, a la pobreza y a la hambruna.

Volviendo a la cuestión nacional, aún no podemos dar por finalizada la guerra contra el modelo empobrecedor que montó la casta durante tantas décadas, pero sí podemos afirmar que estamos ganando muchas batallas. Esto se traduce en la baja de costos que ha visto, en particular, el sector agropecuario a lo largo del último año y medio. Por enumerar algunos avances: hemos eliminado el cepo cambiario y el Impuesto PAIS, devolviéndole aproximadamente un 30% de rentabilidad al sector; facilitamos la importación de fertilizantes y redujimos aranceles; volvimos a permitir la importación de maquinaria usada, reduciendo su costo hasta un 50%; abrimos el mercado de la vacuna de aftosa y, en la próxima campaña, ya habrá oferta de la misma por la mitad de su valor histórico. Abrimos la exportación de ganado vivo y eliminamos el peso mínimo de faena, dos restricciones abiertamente antiliberales que nunca debieron haber existido. Desregulamos completamente la producción de frutas y hortalizas, sacamos al SENASA de la función de producción: basta de controlar el grosor de la chapa o el alto de la canilla de los baños, basta de que un funcionario público le diga a un productor cuándo cosechar. También eliminamos el RUCA para todos los productores, excepto granos.

En términos de financiación del sector, la desregulación en el mercado de warrants ha generado no solo una baja en el costo de warrant del 3,5% al 1%, sino que permite al productor emitir su propio warrant, logrando hacer líquidos sus stocks. También implementamos el pagaré mercancía, un viejo reclamo del sector y que ya está usando, sobre todo para la compra de maquinaria. En este sentido, también estamos desarrollando líneas de créditos en kilos de carne para que el sector pueda recapitalizarse y crecer en cantidad de cabezas sin temor a las variaciones de precios que pueda tener la hacienda. Esto lo hacemos en línea con nuestra promesa de campaña de ir hacia una libre competencia de monedas, para que cada sector pueda proyectar su crecimiento de una forma más previsible.

Por otro lado, creo que gran parte de ustedes es consciente del cambio de época que se vive en términos de conectividad. Gracias a que hemos permitido el ingreso de Starlink al país, se puede acceder a internet de máxima calidad en cualquier rincón de la Argentina. Gracias a todo esto, y a la catarata de problemas heredados por el sector, solo queda el yunque más pesado: las retenciones. Por eso quiero aprovechar este día para hacer un anuncio importante sobre este gran flagelo que nunca debió haber existido.

Para tener un orden de magnitudes, esto redunda en una reducción de retenciones líquidas para las cadenas de granos del 20% y una reducción en la cadena de ganado y carnes del 26%, que será permanente. Lo cual busca dar impulso al campo, el sector con mayor productividad de la economía y fuertemente castigado por estos impuestos en los últimos 20 años. Esto incluye también las rebajas transitorias que anunciamos sobre trigo y cebada, que también serán permanentes. Repito, estas reducciones son permanentes y no tendrán vuelta atrás mientras yo esté en el gobierno.

Fuente: AgrofyNews