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Seis meses han pasado desde la tragedia que marcó para siempre la vida de la familia Gutiérrez. Un dolor que no cesa, que se agranda cada día, y que sigue sin respuestas claras. Roberto Gutiérrez, el padre de Facundo, el joven que perdió la vida en los silos de la empresa Ramón Rosa S.A, habla por primera vez en exclusiva con Crónica San Pedro sobre lo ocurrido aquel fatídico 1 de agosto de 2024.

«¿Por qué prendieron la noria estando el cuerpo en el interior del silo? ¿Por qué? Él podría haber estado con vida todavía, ¿por qué demoraron tanto?», se pregunta Roberto, con el alma rota, mientras las lágrimas empañan sus palabras. Su hijo, Facundo Gutiérrez, de 36 años, oriundo de la localidad de Río Tala, fue una víctima más de la tragedia laboral que se vivió ese día en la planta de la empresa. Facundo cayó en un silo de soja y fue succionado. A pesar de los esfuerzos de tres compañeros que intentaron evitarlo, no pudieron salvarlo. La familia, devastada, no se apartó del lugar, ayudando a los Bomberos Voluntarios durante más de 90 horas continuas, esperando el rescate que finalmente se logró.

La angustia de un padre

Roberto no encuentra consuelo. Aún no puede entender lo que sucedió. «Perdí el único hijo varón», dice entre sollozos, mientras su voz tiembla por la desesperación. «Lo extraño mucho, de noche no puedo dormir. Y lo único que me pregunto es: ¿qué pasó realmente con él?». Cada día, la familia vive con la agonía de no saber con certeza cuándo su hijo dejó de respirar. El resultado de la autopsia está incompleto: solo señala que Facundo murió por asfixia, pero no hay más detalles, no hay respuestas.«No sabemos a qué hora falleció. Nadie nos cuenta la verdad», dice Roberto, mientras la incertidumbre sigue pesando sobre su corazón. La familia exige respuestas, pero el dolor de la pérdida se mezcla con la frustración de no saber lo que realmente ocurrió.

«Lo extraño mucho, de noche no puedo dormir. Y lo único que me pregunto es: ¿qué pasó realmente con él?»

Un legado de amor y recuerdo

En medio de tanto sufrimiento, Roberto también quiso compartir una historia que, aunque pequeña, lo ayuda a calmar un poco su dolor cada día. «Cuando mi hijo empezó a trabajar en la empresa, le presté un Renault 11 que yo tenía. Lo usó un tiempo, luego se compró otro auto, pero como era a nafta, lo entregó y compró un Chevrolet Astra. El 25 de julio, entregó el Astra y compró uno más nuevito, lo entregó a una agencia. Ese Sendero tenía un heredero y yo no pude quedarme con él como recuerdo», recuerda Roberto. Pero su historia no termina ahí.

Decidido a encontrar algún vestigio de su hijo, comenzó a rastrear al comprador del Astra. «Agradezco mucho a esa persona que me lo vendió, se llama Santiago. Me dijo que me esperaba hasta que tuviera la plata para comprarlo, y eso fue en octubre, cuando mi señora cobró el seguro». Hoy, Roberto ve ese auto todos los días, y aunque no es lo mismo, siente que su hijo está cerca. «Lo veo todos los días, y siento que mi hijo está acá, en su casita, atrás en el fondo», dice con una sonrisa triste.

La lucha de un padre

Aunque la vida continúa, Roberto no puede evitar que el dolor lo consuma. «Todo ser querido nos cuesta mucho salir adelante. Yo perdí a mi hijo, y van pasando los meses y me siento peor», termina, con la mirada perdida, como si en algún rincón de su corazón aún esperara encontrar las respuestas que le permitan vivir en paz.

Facundo  trabajaba desde hacía 10 años para Ramón Sosa y Cía S.A.  De acuerdo a los primeros trascendidos, el hombre se había metido dentro del silo para remover el cereal cuando la estructura donde estaba parado se derrumbó y fue succionado por el cereal.

Uno de los primeros informes