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Rememorando las viejas y tan hermosas épocas del lápiz y el papel.
¿Quién no recuerda a los añorados carteros? Bellos años en los cuales nos comunicábamos con quienes estaban a cierta distancia mediante cartas. Hoy la tecnología borró todo aquello, pero quienes tienen ciertos años y pueden recordar esas épocas, estarán de acuerdo en que fueron tiempos maravillosos.

Nada se puede comparar con la emoción de recibir el sobre que contenía, en muchas oportunidades, noticias muy esperadas, o las tradicionales tarjetas navideñas que luego poníamos en el arbolito.

El cartero era un personaje casi familiar, porque conocía de memoria los remitentes de quienes eran habitués en escribirnos. Lo digo porque en una oportunidad, hace muchos años, viviendo en calle Belgrano, sonó el timbre. Era el cartero. Sorprendentemente dijo:
—Imagino que esta carta sin destinatario ni dirección, que solo dice San Pedro, Prov. de Bs. As., es para usted. El remitente es de Coronel Pringles, es de la misma persona que siempre le envía correspondencia.
¡Y sí! Era de mi suegra (muy mayor ella), quien seguramente por su edad omitió detallar nombre y dirección.

Ese recuerdo permanece en mi mente, sorprendiéndome hasta hoy.

Pero en sí, me gustaría que a todos los niños les explicáramos lo lindo del papel y el lápiz, de escribir deslizando la lapicera sobre el papel. De enviar, aunque solo fuera una vez en el año, una carta a un amigo u otro ser querido.
La hermosa sensación de abrir un sobre que nos trae “El Cartero”.

Ana Simonelli – DNI 10.759.841