Conmovidos por la pérdida de su compañera, los estudiantes del Instituto Superior de Formación Docente N° 119 se reunieron este lunes en la plaza Fray Cayetano Rodríguez, frente a la Escuela Normal, para rendir homenaje a Nahir Gamietea, alumna de tercer año del profesorado de Geografía, quién se quitó la vida el martes pasado. Fue un encuentro atravesado por el dolor, la angustia y la necesidad urgente de ser escuchados y contenidos.
“Hoy nos encontramos con ustedes cargados de dolor, con el alma rota y una presión profunda en el pecho. Cada palabra que pronunciamos está impregnada con la ausencia de una persona que fue mucho para nosotros”, comenzó diciendo una de sus compañeras, quien se subió a un banco de la plaza para leer el texto colectivo frente a decenas de estudiantes, docentes, vecinos y a los padres de Nahir, presentes y abrazados, sin soltarse ni un segundo.
Durante el acto, sus compañeros destacaron la calidez humana y la solidaridad de Nahir, siempre dispuesta a ayudar a los demás, pero también aprovecharon el momento para expresar un profundo cuestionamiento a la ausencia de contención institucional por parte de algunos directivos y docentes del establecimiento:
“Por esos futuros docentes les pedimos que miren más, que se involucren, que acompañen. En un mundo que nos obliga a vivir apurados y preocupados, es fundamental ser vulnerables, romper las normas, hacernos presentes en los momentos difíciles del otro. Nahir no pudo pedir ayuda, quizás porque como sociedad nos enseñan a ser fuertes, a no molestar, a no mostrar debilidad ni dolor”.
El homenaje incluyó también palabras de agradecimiento hacia quienes sí estuvieron cerca, quienes supieron estar disponibles en medio del dolor: “Gracias a quienes con su ejemplo demostraron ser el docente que todos queremos ser”.
Tras la lectura, la comunidad estudiantil junto a los papás de Nahir, marcharon en silencio hasta el mural ubicado en la esquina de Rivadavia y Ruiz Moreno, donde se recuerdan los nombres de personas fallecidas por suicidio.
Allí, los padres de Nahir encendieron una vela y permanecieron abrazados, en un gesto que resumía la profundidad de su pérdida.
Otros amigos y compañeros también compartieron textos, buscando visibilizar su angustia, su desconsuelo y la importancia de hablar del sufrimiento emocional sin estigmas. Crónica San Pedro acompañó la convocatoria y transmitió cada momento con respeto, entendiendo que la búsqueda de consuelo parecía imposible.
Nahir era una joven con una sonrisa que ocultaba el dolor de no poder más. Una hija única que le decía a su mamá que quería conseguir trabajo para que ella no tuviera que esforzarse tanto. Una futura docente que quería ser… y no pudo.
Detrás de cada persona que sufre en silencio hay un pedido de ayuda que muchas veces no se grita, pero que puede sentirse si aprendemos a mirar más allá de las apariencias, si estamos presentes de verdad.
El caso de Nahir no fue un hecho aislado. La ciudad entera se sumergió en el dolor porque, en pocos días, otra adolescente de 17 años también se quitó la vida. Dos hechos trágicos, desgarradores, que nos interpelan como comunidad. Que sus nombres hoy sean un punto de partida. Para hablar de lo que no se habla.
Para detenernos a preguntar: ¿cómo estás, de verdad?
Y sobre todo, para no soltar la mano de nadie que parezca estar cayendo.
En ese mismo espíritu, se pidió que el abordaje no sea individual ni aislado, sino colectivo. Que se trabaje en red, que el área de salud mental sume profesionales, que haya gabinetes psicológicos en todas las escuelas y que entre todos aprendamos a estar más atentos. No podemos permitir que el silencio, la indiferencia o la falta de respuestas sigan costando vidas.
Una frase que duele y despierta: los jóvenes pusieron en palabras lo que no supieron ver a tiempo
“Nahir no pudo pedir ayuda, quizás porque como sociedad nos enseñan a ser fuertes, a no molestar, a no mostrar debilidad ni dolor.”
Con esa frase, leída en voz alta por una de sus compañeras durante la convocatoria en la plaza, los estudiantes del Instituto Superior 119 pusieron en palabras algo que los atraviesa profundamente: el dolor silencioso que muchas veces no se ve, no se escucha o no se entiende a tiempo.
Fue un intento colectivo por visibilizar lo invisible, por decir que muchas veces no se trata de falta de empatía entre pares, sino de un modelo social que nos exige fortaleza, autoexigencia y silencio. Los jóvenes reconocieron con valentía que no supieron ver el sufrimiento de Nahir, y que eso les duele profundamente. Pero también dijeron que quieren cambiarlo, que no quieren que esa frase quede solo como una oración triste, sino como un llamado urgente a estar más presentes, a escuchar sin juzgar, a permitir que el otro sea vulnerable sin miedo.
En pocas palabras, esa oración fue un mensaje claro. La sensibilidad no es debilidad. La ayuda no es molestia. Y mostrar dolor no debería avergonzar a nadie.
Porque la verdadera transformación empieza cuando decidimos no mirar para otro lado.