El PJ acentúa sus diferencias mientras Alberto Fernández y Cristina Kirchner juegan con sus candidaturas
En medio de la interna oficialista, la CGT planea un encuentro con el gobiernador Juan Schiaretti y vuelve la tensión entre La Cámpora y el Movimiento Evita.
Axel Kicillof comentó entre sus más cercanos que tomen en serio la posibilidad de que efectivamente Cristina Kirchner sea candidata presidencial. No hubo una confirmación concreta, pero transmitió que la idea de CFK 2023 no es solo un “operativo clamor” para unir a la tropa propia sino que tenían que trabajar sobre ese plan en el territorio.
El gobernador se encamina a competir por la reelección, quizá la única apuesta electoral definida por ahora. El kirchnerismo duro se trazó como objetivo de supervivencia retener la provincia de Buenos Aires, aunque con razón se lo escuchó decir a Kicillof que no den por perdida la nacional porque un triunfo bonaerense con una derrota presidencial es casi una excepcionalidad: solo se dio en 1999, con Carlos Ruckauf.
El Frente de Todos se transformó en una coalición que profundiza sus contradicciones internas en el poder. Tuvo su origen en las redes sociales, cuando Cristina Kirchner anunció que sería la segunda en la fórmula encabezada por Alberto Fernández. El experimento lleva tres años y medio, y la unidad con fórceps ya no les garantiza un triunfo el año que viene. Ella se arrepiente de la decisión y él no puede lidiar con el enojo. Conclusión: llevan cerca de dos meses sin hablar.
Las diferencias no obedecen solamente a rencillas por los cargos o imposición de medidas, sino que hay visiones disidentes sobre el rumbo de la economía y la relación con el resto de los actores de la sociedad. El documento que se leyó en la Plaza de Mayo por el Día de la Lealtad, por ejemplo, plantea ejes como el control estatal del comercio exterior, el rediseño del sistema financiero y el intervencionismo en los precios, que bien podría ser suscripto por el trotskismo.
La CGT, uno de los pocos aliados que le quedaban al Presidente, ya dio vuelta de página. El lanzamiento de su partido el 17 de octubre da cuenta de que quiere jugar un papel en la discusión política, sobre todo, avanzar más abiertamente en un enfrentamiento con la vice y su sector.
En los próximos días, tienen en agenda una reunión con Juan Schiaretti. El gobernador de Córdoba rara vez interviene en el debate nacional, pero este jueves apareció en una charla en la Universidad de Buenos Aires para decretar que el peronismo no será sensato mientras siga “preso” del kirchnerismo. “Va a jugar”, sostienen en su entorno. La promesa suena a 2018, cuando surgió la hipótesis de un “PJ republicano” con el sello de “Alternativa Federal”.
El espacio duró poco y los cinco comensales de esa mesa quedaron repartidos en los extremos que tanto criticaban: Miguel Pichetto se fue con Mauricio Macri; Sergio Massa, con Cristina; Roberto Lavagna como asesor del ahora ministro de Economía; y Juan Manuel Urtubey y Schiaretti se replegaron.
El cordobés vuelve a sembrar otra vez la propuesta de armar un espacio que no pertenezca ni al Frente de Todos ni a Juntos por el Cambio. Tuvo sus coqueteos con Martín Losuteau y Facundo Manes, y buena relación con Horacio Rodríguez Larreta. El expresidente lo suele elogiar. Habrá que ver qué cartas muestra Schiaretti, con desconocimiento a nivel nacional, en un escenario que mantiene la dicotomía K y anti K, pero a la vez suma otro jugador con la camiseta “antisistema” como Javier Milei.
Los movimientos sociales, con un peso decisivo especialmente en el Gran Buenos Aires, se anticipan a la campaña. El Evita provocó una dura reacción de La Cámpora al “filtrarse” una cumbre con referentes de la CGT, que tuvo un tono crítico hacia la vice. La agrupación de Máximo Kirchner respondió con una chicana, al sugerir que estaban conformando una alianza contra el kirchnerismo, al igual que Macri.
“Están nerviosos. No quieren internas ni opositores en el peronismo. Son hegemónicos”, sostuvieron desde uno de los gremios presentes en la reunión. En el Movimiento Evita llegaron a una conclusión similar, pero además agregan que en La Cámpora “presumen de mayoría y temen empezar a ser minoría”.
Cuando el cruce empezó a tomar temperatura este viernes, hubo una orden para que funcionarios bonaerenses contraataquen. La intención es que no quede expuesta al frente de las críticas la propia vicepresidenta, que aún cultiva un relativo bajo perfil. Uno de los que salió en su defensa es Martín Insaurralde, jefe de Gabinete provincial, quien pidió dar las discusiones “sinceramente, sin off, ni operaciones”. Se ve detrás de esas palabras la mano Cristina.
El Presidente ve en la desintegración del espacio, llamativamente, una posibilidad. Cree que llegó a la Casa Rosada por su capacidad de amalgamar a todas las partes y que aún conserva ese plus. Ni si quiera en su círculo íntimo están convencidos, pero él avanza con la fantasía de ir por la reelección.
“En algún momento se van a sentar a hablar ambos. No hay emisarios”, dice un colaborador cercano a Fernández. Esta semana, el vicejefe de Gabinete, Juan Manuel Olmos, recibió en su despacho de Balcarce 50 a Andrés Larroque. El “Cuervo” aceptó la convocatoria del funcionario albertista, pero no hablaron en nombre de sus jefes. No hay ni ánimo ni interés en armar una “mesa política” ni pactar una convivencia.
El peronismo acentúa sus diferencias a medida que se acerca 2023, como si la gestión estuviera en piloto automático. Massa quedó a cargo de las decisiones económicas, en una dinámica que se define mes a mes. No hay plan a mediano plazo, es un “vamos viendo” permanente, tironeado por el kirchnerismo que se incomoda pero no tiene receta ni margen para hacer otra cosa.
Como un reflejo desde 2001, diciembre siempre es sensible. Los especialistas anticipan que por consecuencia de la inflación, habrá una suba de la pobreza y la indigencia, un tema estructural por fuera de la agenda de la dirigencia. Los intendentes del conurbano piden que no se cierre el grifo de fondos para que la situación social esté contenida. Creen que pueden manejarlo y tienen un pronóstico más optimista que el que sostiene la vicepresidenta.